La semilla del viento.
Buenos Aires. 1947.
Edición de autor. Imprenta Ferrari.
Primer Premio de Poesía Municipalidad Ciudad de Buenos Aires 1947.
Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores.
SELECCIÓN DE POEMAS:
MIS ABUELOS VASCOS
Vinieron de muy lejos.
De más allá del mar. De las regiones
donde fueron paridas las montañas.
Vinieron escapando de la piedra,
buscando tierras anchas
con su secreta brújula de sueños.
Ellos necesitaban
una tierra más simple y menos dura
para sembrar la casa.
Tierra limpia de cercos, tierra abierta,
para poder mirar por las ventanas
el lejano horizonte donde nace
desnuda, la esperanza;
y seguir con los ojos,
desde el patio familiar de la calma
el irse silencioso
de todo lo que muere y lo que pasa.
Y llegaron aquí, porque sintieron
que en esta soledad, de leguas verdes
dormían, soterradas, las raíces
del viento que soñaron.
(Puedo verlos con una azada al hombro
tomados de la mano, caminando).
La pampa abrió su antigüedad de hierba
y ellos fueron echando
el tiempo por morir que les quedaba,
la tranquila expansión de los rebaños,
el origen del árbol y del trigo
y el signo de sus huesos
prolongado en el cuerpo de los hijos.
Por ellos soy. Por ellos tengo nombre.
Por ellos siento a veces que otras vidas
me invaden desde el tiempo
y sueltan por las frondas de mi sangre
la lejana presencia de la nieve
cayendo al cuenco de los hondos valles,
y la avidez del viento
arrojando sus hachas torrenciales
contra el pecho blindado de los robles,
y un trino de zampoñas
junto al viejo cantar de los pastores,
y el olor del redil y de hogaza,
y la fresca acidez de los membrillos
que dejan en el arca
el perfumado corazón del huerto
dormido con las sábanas.
Ellos pasaron ya. Ya son apenas
un poco más de tierra.
Pero siguen golpeando en la memoria
con sus puños eternos.
Cuando la muerte les borró en los ojos
el último destello,
era ya un eco vivo y repetido
la sembradura que empezó en un beso.
Sus nombres ya corrían por el río
de las gentes del pueblo.
I
Hoy
otra vez estoy aquí mirando el campo
y
descubriéndolo de nuevo, porque siento
que
en el instante en que lo miro tiene origen
la
eternidad de su infinito nacimiento.
Nunca
había visto el trebolar de aquel potrero,
ni
esa torcaz en ese aromo,
ni
aquella nube apresurada, ni estos surcos,
ni
ese compendio semental que exhibe el toro.
Estoy
aquí, frente a la luz que me organiza
desde
que dos cariños juntos me fundaron,
estremeciendo
mis raíces campesinas
con
la presencia del milagro.
Cada
minuto transcurrido
marca
el principio innumerable de la hierba.
Se hinchan
las ubres con los ríos de la leche,
y el mismo
brazo que hace espigas en la avena
custodia
el vientre de las vacas fecundadas
y va
ensanchando la mañana por la tierra.
Está
golpeándome las sienes
la
incontenible parición que me rodea.
II
Con
los sentidos en desorden,
entre
la alegre insurrección de las calandrias,
por
un camino que me invento caminando
regreso
al patio de la casa.
Y
aquí está el perro junto al banco del abuelo
como
una sombra con mirada.
Y
allí el antiguo limonero y sus limones
condecorando
la mañana.
Y
allá un incendio de geranios, y las voces
de
mis hermanos que me nombran y me aman.
Y en
todas partes, desde el fuego a los manteles,
desde
el rosal hasta las sábanas,
está
la sombra de las manos de mi madre
como
en el aire está la sombra de las alas.
III
Que
siempre toque mis palabras
este
armonioso acontecer de lo pequeño.
Quiero
estar cerca de la flor y la sonrisa,
quiero
vivirme entre ese fuego,
porque
amo todo lo que lleva en sus arterias
la
silenciosa muchedumbre de lo eterno.
FRENTE A LA INMENSA POTESTAD DEL
TRUENO
Cruzaba
yo por el altar festivo
del
entrañable predio ganadero,
llevando
junto a mí por compañero,
el
gozo extraño de sentirme vivo.
Mirándome
pasar por el sendero,
ungida
por el soplo sustantivo,
sobre
el frescor del trébol persuasivo
la
vaca maduraba su ternero.
Quise
nombrar con mi oración profana
la
fuerza elemental y poderosa
que
lleva nacimiento en su seno,
y
comprendí que la palabra humana
era
una breve alondra temblorosa
frente
a la inmensa potestad del trueno.
EN PREDIOS ESTRIDENTES Y LEJANOS
Coronado
de inviernos y veranos
era
un dios terrenal, un tronco vivo
justificando
su terrón nativo
con
testimonio de sudor y manos.
Un
día de rencor definitivo
abandonó
la azada y sus hermanos,
y en
predios estridentes y lejanos
echó
a vivir su corazón furtivo.
Sereno
fluye el río de su vida.
Fácil
el pan, fácil el vino, extraña
la
niebla pertinaz de la pobreza.
Pero
en su soledad reverdecida,
el
grito de la tierra lo acompaña
como
un árbol hundido en la cabeza.
LA MUERTE
(EL
NIÑO)
Era
tan delicado, tan pequeño,
su
corazón tan frágil, tan de sueño,
tan
leve el sustantivo que lo nombra,
que
la muerte, desde un lugar lejano,
no
tuvo más que levantar la mano
y
tocarle la frente con su sombra.
(EL
BOYERO)
En
vano lo busca el alba
y el
caballo lo requiere
que
ya el caballo y el alba
no lo
tienen.
Por
el camino de talas,
lentamente,
diez
campesinos se llevan
el
fin de su vida breve.
Y la tarde está cantando
como siempre.
Y los churrinches relumbran
como siempre.
Y esos árboles tremendos
que florecen…
Sólo el perro de la casa
lo comprende,
y por sus ojos cansados
pasa, mojada, la muerte.
OPINIONES:
"La comisión de Cultura de la Municipalidad de Buenos Aires
encargada de distribuir los premios del Concurso Municipal de Literatura de
1947, jurado que como se sabe está integrado por los señores Leopoldo Marechal y
Rafael Gijena Sánchez y el escribano Raúl M. Salinas como presidente, adjudicó los
mismos de esta manera: / El primero en verso a Guillermo Etchebehere por su
libro “La semillla del viento”, colección de poesías que fuera auspiciosamente
acogida por la crítica especializada, que con rara ecuanimidad elogió la
calidad de los trabajos que componían este libro. El segundo premio fue otorgado
a la señorita, Elena Walsh, “Otoño imperdonable”, conjunto de poesías de
indiscutida jerarquía. La autora colabora en la revista “El hogar”. / La
distinción acordada a Guillermo Etchebehere es merecidísima. Es el
reconocimiento a un valor joven en constante mejoramiento, cuya labor ya sido
juzgada en libros anteriores: “Pulso de la tierra”, del año 1940 y “Jornada del
hombre” editado en 1943. Con satisfacción muy honda destacamos hoy este
galardón logrado por nuestro amigo y colaborador honorario y formulamos al
mismo tiempo el sincero deseo de que no sea el último".
Recorte periodístico de origen no detectado. Puede servir la
lista de revistas donde Etchebehere colaboraba, casi todas de la década del
´40: “Conducta”, “Argentina libre” –publicación antifascista-, “Laurel” y “El
40”. También podría tratarse de una publicación periódica cañuelense,
como “La Voz de Cañuelas” aparecida de 1947 a 1949 a cargo de Elsa García.
“Etchebehere recoge aquí las experiencias que viven en su
recuerdo, en sus años vividos en su pueblo natal, Cañuelas, trayendo el aliento
profundo de la existencia campesina con un lenguaje de limpia calidad poética y
permanente calor humano”.
De La Vanguardia. Sin firma ni fecha.
“Color, vigor, firme dibujo descriptivo, he aquí lo
representativo de estos poemas. Su fondo humano se expresa a través de cosas
netas. Y este pulso para mirar y expresar con palabras el mundo, señala en el
poeta una voz y clima espiritual inconfundible”.
De La Prensa. Sin firma ni fecha.
“El retorno de todas las cosas en la tierra que siempre
permanece y sobre la cual pasan las generaciones, como lo señala el Eclesiastés
y el poeta lo actualiza, es uno de los sentimientos que predominan en este
bello libro, que comienza con la “presencia” de los abuelos vascos y termina
con la conmemoración de seres que,
desde su siempretierra,
desde los hontanares del silencio
crecidos a la orilla de la pampa,
tal vez estén oyendo
las campanadas de la contramuerte
sonando a sembradura y nacimiento”.
De La Nación. Sin firma ni fecha.
Recorte que detalla los ganadores del Premio Municipal Ciudad de Buenos Aires 1947. Periódico no detectado.